HISTORIA DE LA MASONERÍA QUITENSE

CAPÍTULO 2.-
INDEPENDENCIA AMERICANA Y MASONERIA

Contenidos Páginas
2. Independencia Americana y Masonería 29
2.1 Marco situacional en el viejo continente 29
2.2. Sustentos Fundacionales de la Masonería Americana 33 Masonería en los Estados Unidos 35
Masonería en México, Centroamérica y el Caribe 37
Masonería en Colombia y Venezuela 41
Masonería en Perú, Bolivia 44 Masonería en Argentina y Chile 48
2.3. Masonería e instancia independista 53


Independencia Americana y Masonería

La trasformación del mundo es permanente y los hechos históricos velan y revelan personajes, momentos y tesis impulsores de los sucesivos vientos de cambio que han direccionado a la humanidad, este criterio supone aceptar la complejidad y multivariedad de los fenómenos sociales; entonces, destacar a uno de ellos no quiere decir duda o peor contraposición con los otros; desde este punto de vista, resalta la reacción de sectores del pensamiento Ilustrado a la Escolástica, a la rigidez del control Inquisitorial, es la apertura filosófica a la duda, se abre campo la Razón, esto es la capacidad individual del hombre, en una opción propia y no impuesta o revelada, para juzgar sobre sí mismo y sobre la sociedad en general, este fue y será el espacio para las ideas libertarias que se propagaron por Europa y que constituyeron la fuerza ideológica de los movimientos independistas de América.

El período iniciado con el derrumbe del antiguo régimen, pensado en Inglaterra, Holanda, Francia, España, Alemania y activado también en América, desde el S. XVIII en lo político, económico, religioso; en la estructura administrativa y en la filosofía, tiene que ver con el desarrollo del sentido y contenido de la Libertad, Igualdad y Fraternidad lema que se asocia a la orientación revolucionaria de esta etapa de la civilización como también a la contribución de la Francmasonería en las luchas, no solo ideológicas sino materiales, de la Independencia Americana, pues si bien es de conocimiento generalizado que a través de la Enciclopedia se promovieron estos principios como sustento del nuevo estado, se debe establecer que los autores y la cadena de quienes los formaron a ellos, fueron miembros de la Antigua Institución Masónica, donde por años, la libre discusión y el amplio respeto a las ideas promovieron esta línea de pensamiento que sintetiza la mayor aspiración de la humanidad.

2.1 Marco situacional en el viejo continente

La trama política y militar de la Europa de fines del S. XVIII alterada desde sus bases por el resurgimiento del arte, del quehacer intelectual, teorías, creencias y principios del Renacimiento, las Revoluciones Francesa, Estadounidense y de la Reforma Protestante, son referentes ineludibles en el Nuevo Mundo que empezaba su lucha por la independencia política. Estas tendencias, fueron difundidas por científicos, militares y políticos que ingresaban a las Colonias europeas por asignación reglamentaria, por integrar comisiones de investigación, como también por jóvenes americanos que viajaron a Europa y los Estados Unidos por estudio, por establecer contactos para la liberación política y económica, por experimentar vivencialmente la transformación que se estaba dando en el mundo; este nuevo modo de pensar, sostenido por las autoridades coloniales eclesiales –entiéndase educacionales- y administrativas, era radicalmente opuesto al escolasticismo y de variada forma era impulsada por la Masonería.

Los fracasos militares de España que, además, debilitaron su poderosa economía colonial, impulsaron a Francia e Inglaterra que trabajaron en consolidar su respectiva posición imperial asegurando Colonias en África, Asia y América, al tiempo que apoyaban la insurrección de los americanos sujetos a España. La respuesta española, con una nueva familia reinante, fue cambiar el modelo de su gobierno colonial, tratando de acompasar su vieja administración a la generalizada remodelación económica en la cual prevalecía la industrialización y la concomitante ampliación del mercado de consumo; así las leyes emitidas por la metrópoli colonial definieron pasar a un segundo plano –también definido por el implacable agotamiento- a la minería y se privilegió la apertura de puertos y el aseguramiento de la población americana como mercado de los monopolios españoles, asunto nada fácil por la fortísima competencia inglesa, la incipiente estadounidense y la aunque tradicional, declinante, de Centroeuropa. De aquí la amplia actividad del prohibicionismo borbónico: cambios administrativos de Virreinatos, Intendencias para recaudación de impuestos y tasas, Comandancias para mejorar el control del comercio monopólico, Audiencias con amplias potestades represivas, Puertos siempre matizados por los piratas.

Este fue el caldo de cultivo de la insatisfacción de los propietarios, detentadores y funcionarios del sistema desechado, como también de los, en ese momento, “emprendedores de empresas locales”; por otra, pero fundamental, parte, el ingrediente inmaterial de los problemas borbónicos radica en las transformaciones ideológicas dadas en Inglaterra y Francia, paralelamente a la penetración del Protestantismo en Europa; la primera de estas naciones, durante el siglo anterior había doblegado el absolutismo del Rey y consagrado el reconocimiento oficial de garantías y derechos para los ciudadanos; un siglo más tarde en Francia se dio un proceso similar; históricamente, se conoce a este período como el de la Ilustración, en el cual se distingue el aporte científico de la Enciclopedia y conforma un arco intelectual en contra del Antiguo Régimen que subsistía en España y en las Colonias Americanas.
Completa este rápido brochazo sobre finales del S. XVII e inicios del XVIII, la referencia a la Colonia Inglesa en América del Norte con una tradición administrativa de tolerancia a la disidencia religiosa, al pensamiento en general y de autonomía a las actividades económicas; las presiones de las guerras europeas y los requerimientos comerciales del mercantilismo inglés trataron de desconocer este pacto con los grandes propietarios americanos quienes reaccionaron declarando la independencia de sus territorios, reivindicando, junto con la liberalidad de las transacciones económicas, el principio inalienable de la libertad y el derecho de la búsqueda de la felicidad.

Las Logias Masónicas desempeñan un trabajo principal en el desarrollo de los acontecimientos relatados, gran parte de sus miembros, protagonistas de la doctrina opuesta a las metrópolis, eran personas de ilustre condición social y similar instrucción, sus intereses económico-financieros, fueron ampliamente disueltos en las preocupaciones intelectuales y espirituales por el presente y futuro, sin olvidar el pasado, de la sociedad humana; Libertad, Igualdad y Fraternidad, representaba la síntesis de aspiraciones para estructurar una sociedad de ciencia y progreso, integrada por hombres sin ataduras, proclives al trabajo y generadores del bienestar individual y social.

Esta opción de vida, obviamente, no era admitida por el Establecimiento: el orden de cosas imperante, el Antiguo Régimen; la reacción en su contra fue dura y dolorosa. Mientras tanto, la tradición de las Logias Operativas disponía de un amplio bagaje sobre, más que el secreto, la discreción, la reserva sobre sus integrantes y discusiones; el Arte de construir monumentales obras eran producidas con base en acumuladas experiencias, técnicas perfeccionadas y cálculos sutiles, eran actividades gradualmente enseñadas y ejecutadas, en fin, eran actividades circunscritas al conocimiento de un segmento selecto de personas; estas personas y el desarrollo de su habilidad debían proteger su integridad y la de su tecnología, para ello mantenían secreto sobre su organización aunque, como se ha puntualizado anteriormente, el cambio de la época, hacía perder vigencia al Arte Operativo en tanto la sistematización de la ciencia en las Universidades y su divulgación expandida gracias a la imprenta y las comunicaciones; esta vivencia, frente a las condiciones que debían confrontar los Masones Aceptados, determina que retomen de los Operativos las prácticas reservadas, esto significó que la Masonería Moderna, Especulativa se mantuvo, más que como secreta en sí misma, como una sociedad con secretos sobre su organización, deliberaciones e integrantes, para reforzar la confianza entre sus miembros al tiempo que se protegía de la persecución que había decretado en su contra.

En este contexto funcionan, ya en Europa como en América, sociedades dedicadas a trabajar por la difusión de las ideas de cambio y su instauración, algunas de ellas se denominan “Sociedades Patrióticas” que privilegian a estudiosos que disponen del conocimiento y de los libros –de restringida circulación- que exponían sobre filosofía, física, astronomía, medicina, etc., a fin de divulgar y expandir este conocimiento; estos fines, asincrónicamente, parecen saludables para la sociedad, pero en la época, no tuvieron aceptación de los gobiernos y la iglesia, fueron catalogados y reprimidos como un ataque a verdades reveladas y oficializadas en los estados del viejo régimen.

También se conformaron otras corporaciones con la finalidad de promover y alentar, junto con las ciencias mencionadas, los principios libertarios y más concretamente, las acciones políticas y militares para lograr la independencia americana, su denominación: “Los Caballeros Racionales”, las “Logias Lautarinas”, organizaciones con alguna libertad en Inglaterra, pero en España y en las colonias americanas, pudieron subsistir, acogiéndose al secreto. Al respecto, es ampliamente difundida la siguiente cita de la historiografía de la historiografía peruana : “Las rivalidades entre la corona inglesa, francesa y española también repercutía en sus logias masónicas. En aquella época la Orden Francmasónica existente en España y Francia, apoyaron a las Logias norteamericanas con hombres, dinero, pertrechos y otros medios durante la guerra de Independencia de los Estados Unidos y por reciprocidad las Logias inglesas reunieron a los hijos de la América Latina en la sede de la Gran Logia de Inglaterra … y fundaron desde antes de 1800 la «Gran Reunión Americana», cuyos miembros se llamaban por sí mismos «Los Caballeros Racionales», quienes después trasladaran su sede a Cádiz para a su vez subdividirse en logias filiales que tomaron el nombre de «Sociedad de Lautaro».

Las referidas instituciones tenían dos denominadores comunes: los Hermanos Masones eran un significativo componente; y, su propósito de transformar el modelo intelectual y político; entonces el debate sobre si las Sociedades de Amigos del País, Sociedades Patrióticas, Los Caballeros Racionales, las Logias Lautarinas, eran real y efectivamente organizaciones masónicas; algunos autores como Ferrer Benimelli, Felipe del Solar sostienen que fueron algo así como una desviación masónica, se cuestiona la membresía masónica de Miranda, Bolívar, San Martín, aluden al apego de la masonería americana a las normas andersonianas de ninguna injerencia en asuntos políticos; otros como Emilio J. Corbiere y en varios trabajos sobre el aporte de la Masonería a la Independencia de México, América Central y el Caribe establecen con rigor investigativo, la constancia existente en edictos del Rey de España sancionando hasta con la muerte a los masones que instigaban la libertad americana, así como las numerosas causas penales instauradas por las autoridades coloniales en contra de patriotas, de toda la geografía norte, centro y sudamericana, que exponían ideas y se alzaban en armas contra el legítimo soberano, instigados por la “perversa masonería”.

De lo dicho se puede establecer que las Logias Lautarinas, las Sociedades Patrióticas, los Caballeros Racionales, más bien son paramasónicas en el sentido de coincidencias en la finalidad, en algunos de los aprestos formales y de comportamiento y principalmente en las personas que integradas en los valores fundamentales de la moral masónica, compartían los anhelos de liberar a los pueblos oprimidos por el sistema colonial, sin que la búsqueda y transmisión de la Ciencia Trascendente, de los procedimientos ritualísticos, ni orientación final de la Masonería se haya incorporado a estas organizaciones surgidas alrededor y durante el proceso independista de América del siglo XIX; los ciudadanos de América, formados a la luz de los nuevos principios de la ciencia y la cultura, conocían de la Masonería por haber sido iniciados, no solo adoptaron como enseña de la lucha independista los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad, sino también se acogieron a la estructura secreta de la Masonería, como medida para evadir la dura represión desatada contra ellos. Luego de la Independencia Americana, muchas de ellas continuaron actividades propiamente masónicas, tal como observa Del Solar en el documento citado.

2.2. Sustentos Fundacionales de la Masonería Americana

“Nunca reconoceremos por Gobierno legítimo de nuestra Patria sino aquel que sea elegido por la libre y espontánea voluntad del pueblo siendo el sistema republicano el más adaptable al Gobierno de las Américas propenderemos por cuantos medios estén a nuestro alcance a que los pueblos se decidan por él”. Este fue el texto jurado por los hombres entregados a la causa de la Independencia Americana, originalmente introducida en la “Logia Gran Reunión Americana” (“Logia Madre Hispanoamericana”), en los últimos años del S. XVIII, con influencia de Francisco de Miranda, quien había elaborado un amplio memorial conteniendo los ideales, propósitos de integración y unidad regional y la operatividad de los movimientos independistas de América; a este documento, conocido como “Acta de París”, diciembre de 1797, que menciona que es la “Junta de diputados de villas y provincias de la América Meridional”, constan como Directores Francisco de Miranda y Pedro de Olavide, parece que el año siguiente se trasladó a Londres con el nombre de Gran Logia y que tenía tres Talleres, con una cobertura geográfica de América: Lautaro N° 1, sur atlántico; Caballeros Racionales, norte pacífico; Unión Americana, sur pacífico; adscribieron patriotas de todas las latitudes americanas que coincidían con el pensamiento discutido por Miranda en varias Logias Masónicas europeas y verificado personalmente en las dos grandes revoluciones que se habían dado inspirados en el tríptico de Libertad, Igualdad y Fraternidad, la de América del Norte de 1776 y la Francesa de 1789. En años inmediatos y luego de la formación en Cádiz de la primera “Logia Lautarina” se sucedieron varias de igual institucionalidad así como las “Sociedades Amigos del País” que cobijaron a los idealistas, a los prácticos, políticos y militares que trabajaron hasta el sacrificio por la Libertad Americana, desde Europa en España, Francia y España y en toda América, como se examinará más adelante.

Extraída de varios investigadores masónicos , se cuenta con la lista de los primeros americanos militantes de estas organizaciones, cuya participación en las luchas por la Independencia Americana, como en la fundación de nuevas Logias, confirman la vinculación entre estas dos actividades: de Venezuela: Simón Bolívar, Andrés Bello y Luis López Méndez; de Argentina: José de San Martín, José María Zapiola, Carlos María de Alvear, Bernardo Monteagudo, Mariano Moreno y Juan Martín de Pueyrredón; de Chile: Bernardo O’ Higgins, José Miguel Carrera, José Cortés de Madariaga, Manuel José de Salas, Juan Antonio de Rosas, Gregorio Argomedo y Juan Antonio Rojas; los quiteños (Ecuador) Carlos Montúfar, Vicente Rocafuerte, Juan Pío de Montúfar, Eugenio Espejo, José Mejía Lequerica, Manuel Matheu, José de Antepara, José Joaquín Olmedo, Luis Fernando Vivero, Lorenzo y José Garaycoa, Francisco María Roca, Rafael Casanova, Juan Francisco Elizalde, José de Lamar; de Perú: Pablo de Olavide y José del Pozo y Sucre; de Colombia (Nueva Granada): Antonio Nariño, Francisco Antonio Zea, José María Vergara y Lozano; de Cádiz: Francisco Iznardi; de Honduras: José Cecilio del Valle; de Cuba: Pedro José Caro; de México: Servando Teresa de Mier.

Este listado es significativo porque estos personajes participaron activamente en el proceso independista, fueron adherentes a estas organizaciones paramasónicas y la gran mayoría de ellos continuaron sus trabajos en Logias Masónicas regularmente reconocidas.
Enlazados los patriotas, en su mayoría vinculados a las entidades paramasónicas, muchos masones activos, con la libertad de América, aparece necesario recopilar la información de la original formación de la Masonería en varias naciones americanas que confirman este aserto.

Masonería en los Estados Unidos

El primer masón conocido en la historia de Estados Unidos fue John Skene. Había ingresado en la Logia número 1 de Aberden, Escocia, en 1682. Ese mismo año emigró a Norteamérica, instalándose en Burlington, estado de Nueva Jersey, del que llegaría a ser vicegobernador en 1685 y hasta su muerte en 1690. El primer masón nacido en Estados Unidos fue Jonathan Belcher, natural de Boston, donde viera la luz el 8 de enero de 1681. Durante una estancia en Londres, Belcher se afilió a una logia masónica (1704). Fue gobernador colonial de Massachusetts y New Hampshire. Con el paso del tiempo, otros masones debieron emigrar a Norteamérica. Massachusetts y Pennsylvania en 1730 disponían de logias masónicas. Henry Price es llamado a veces el «padre de la masonería norteamericana». Nació en Londres alrededor del año 1697, y emigró a Norteamérica en 1723. Visitando Londres en 1730, fue incluido en la logia nº 75 que se reunía en el café del Arco Iris (Rainbow Coffee House) y en abril de 1733, fue nombrado por la Gran Logia inglesa Gran Maestre Provincial de Nueva Inglaterra, autoridad que al año siguiente le sería extendida a toda Norteamérica. Antes de su muerte en 1780, había influido para en la penetración de la masonería en las colonias españolas, en especial de México, el Caribe y Centro América y en las Antillas.

En 1762, el Gran Consistorio de Príncipes del Real Secreto de Paris, bajo la presidencia de Chaillou de Joinville, a Esteban Morin, Diputado Inspector General para el Nuevo Mundo la primera Constitución Masónica para el Gobierno de todos los cuerpos del Rito Escocés, en ambos hemisferios y la disposición de levantar los talleres correspondientes a este Rito. Cuando Morin llego a las Indias Occidentales, en conformidad con lo dispuesto por la patente que había recibido, nombró a M. Hayes y a Enrique Andres Franken, Diputados Inspectores Generales, con facultades para ejecutar este trabajo, así entre 1767 y 1788 fundaron en Albany, en el Estado de Nueva York y Charleston las primeras Logias de Perfección, en los Estados Unidos y probablemente en América.

Hay un considerable número de escritores masónicos empeñados en atribuir a la masonería un relevante protagonismo en la guerra de la Independencia de los estados Unidos y convertir a los principales dirigentes de la contienda en afiliados a alguna logia. Afirman, entre otras cosas, que la famosa «Reunión de té» de Boston se fraguó en la Logia de San Andrés; que todos los generales de George Washington eran masones y que los firmantes de la Declaración de Independencia también lo eran, así como todos los que firmaron la Constitución de Estados Unidos a excepción de uno. Pero se ha investigado y no todas estas afirmaciones tienen un sustento documental, sin embargo se han exhibido pruebas de que, con Washington a la cabeza, numerosos patriotas y militares fueron masones que apoyaron la fundación de los
Estados Unidos de Norteamérica y comprendiendo que fue mucho más que el resultado de una victoria militar contra los ingleses, se determina que fue ante todo el triunfo de una ideología diferente. Los padres de la nación tomaron sus ideas de los filósofos del momento, pero también fueron influidos por las ideas de la masonería, de donde provienen el lema de la Igualdad, Libertad y Fraternidad, también la separación de religión y Estado, la plena tolerancia religiosa o el concepto individualista.

George Washington

Al terminar la guerra, se crearon logias y se estipuló como regla que sólo habría una Gran Logia por cada estado y que ninguna podría promulgar el privilegio de fundar una logia en un estado o zona donde ya hubiese funcionando una Gran Logia. Principio calificado como «doctrina de jurisdicción exclusiva» adoptado en Baltimore en 1843, según varios criterios, por influencia de Albert Pike, un destacado hombre público y hasta su muerte cabeza de la masonería estadounidense que, en alguno de sus controversiales actos, urdió esta disposición para descalificar la Logia Africana N°1, fundada en Boston por el afroamericano Prince Hall en 1787, bajo autorización de la gran Logia de Inglaterra –luego de duras circunstancias, esta Logia subsiste actualmente y como una gran organización masónica-.

La historia masónica de los EU, no puede dejar de mencionar a los masones que acompañaron a Washington y han continuado la tradición de servir al gobierno de ese país. La ceremonia de posesión de los primeros Presidente y Vicepresidente -John Adams, masón- fue marcadamente masónica. El juramento fue tomado por Robert Livingston, Gran Maestre de la Gran Logia de Nueva York. La ceremonia fue dirigida por el también masón, general Jacob Morton. Fueron escoltados por el general Morgan Lewis, que también era masón. Washington juró la Constitución sobre la Biblia de la Logia nº 1 de San Juan de Nueva York. Joseph Brant y Prince Hall son los primeros indio y afroamericano, iniciados como masones en los EU. Benjamín Franklin, hombre multifacético, fue el impresor de la primera edición americana de las Constituciones de Anderson en nuestro Continente. Otros ciudadanos, los primeros en sus cargos, fueron los masones: John Hancock, Presidente del Congreso; Richard Stockton; Presidente del Tribunal Supremo de Justicia. Como se mencionó antes, varios de los firmantes de la Declaración de la Independencia y de los que participaron en la aprobación de la Constitución fueron masones y la tradición permanece hasta nuestros días.

Masonería en México, Centroamérica y el Caribe

En Kingston, Jamaica se tiene la noticia más remota de actividad masónica de la región, en 1739, la gran Logia de Inglaterra extendió Carta Patente a la Logia N° 182, luego denominada Mother Lodge. En esta ciudad se refugiaron colonos franceses huidos de Santo Domingo y Haití y constituyeron varias Logias, las que no recibieron el visto bueno de Inglaterra se acogieron al Gran Oriente de Francia, el cual también fundó Logias en Santo Domingo y Haití, lugares donde ya existían Logias dependientes de la Gran Logia de Inglaterra.

La Gran Logia de Louisiana –de gran actividad en el funcionamiento de Logias de habla española, en los Estados Unidos, México el Caribe y Centro América- conformó una Logia en Cuba y desde la década de 1820, varias Logias preexistentes se acogieron a su jurisdicción y se inició un grave proceso de fusiones y disensiones hasta que en 1859 la Gran Logia Soberana de Colón reclamó la subordinación de los masones de Cuba y las Antillas. La actividad del masón cubano Andrés Cassard permitió el establecimiento de la masonería centroamericana y la conformación del Supremo Consejo Centroamericano.

En Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica el proceso de constitución de la masonería tiene un denominador común la hostilidad de la iglesia católica del S. XIX, por ello la información disponible es retaceada y de difícil contrastación, sin embargo se afirma que Dionisio de Herrera, hombre amante de las letras e intelectual, el primer Jefe de Estado de Honduras y José Francisco Morazán Quezada, comandante unionista a quien algunos historiadores manifiestan que fue influenciado en la francmasonería mientras se encontraba en Sudamérica, por el General Simón Bolívar y dirigente máximo de la Centroamérica Unida, además de pertenecer a las agrupaciones libertarias se acogieron a la masonería. A partir de ellos, también se conoce que fueron miembros de una hermandad José Trinidad Cabañas y Terencio Sierra, prohombres de la construcción de un estado independiente y soberano, aparte de la monarquía y el conservadurismo.

La primera Logia cuya existencia se conozca en México se reunía en la tienda del relojero francés Juan Esteban Laroche, hasta que la Inquisición los arrestó mientras celebraban el Solsticio de Verano en 1791. La siguiente noticia de Francmasonería en México es en 1806. Ese año, se estableció una Logia o, en los términos explicitados arriba, una organización paramasónica, en la Ciudad de México a la que pertenecieron ilustres autonomistas e independentistas como Miguel Hidalgo, José María Morelos y Pavón e Ignacio Allende quienes pronto echarían a andar el movimiento que desembocaría en la independencia de México, fueron iniciados en la calle de Las Ratas Nº4 (hoy Bolívar Nº73), en la logia que allí funcionaba, «Arquitectura moral». Las débiles pruebas documentales existentes apuntan a que posiblemente el primer gobernante del México independiente, el emperador Agustín de Iturbide, así como el fraile dominico fray Servando Teresa de Mier sí fueron masones. En los juicios que la Inquisición emprendió contra los autonomistas e independentistas, el cargo de pertenencia a la masonería era común, ya que garantizaba la imposibilidad de probar la inocencia del acusado, dado el carácter clandestino de la Orden. Así, los archivos de la Inquisición no hacen sino aumentar la incertidumbre sobre el tema.

Otra fuente de la masonería Mexicana fueron las fuerzas militares españolas enviadas en ayuda de su Dominio Colonial. Estas fuerzas introdujeron el Rito Escocés, y establecieron las primeras Logias bajo ese Rito en México. Sin embargo, estas Logias eran exclusivas para españoles, y para mexicanos de linaje noble que se adherían a la causa española. Durante varios años, estas Logias se reunieron en forma estrictamente secreta, pero la Orden siguió floreciendo y, aunque se desconoce el número, se establecieron varias Logias. 



El Rito de York o Americano se introdujo inicialmente en México en 1816 cuando la Gran Logia de Louisiana otorgó patente a la Logia «Amigos Reunidos n° 8» en Veracruz En 1821, ya establecida la Independencia de México, las Logias pudieron reunirse más libremente y, poco a poco, los mexicanos empezaron a retirarse de las Logias españolas para formar sus propias Logias dirigidas por el General Nicolás Bravo.

Benito Juárez

De esta manera, el Rito Escocés se propagó a través de México, y a los pocos años los españoles finalmente trabajaban amistosamente con los mexicanos. 

Deseando reformar la Institución Masónica, 36 Maestros Masones celebraron una reunión para el fin de organizar Logias bajo el Rito de York, como protesta contra la participación en política de los demás cuerpos en esa época. Una comisión de este cuerpo visitó al Embajador de Estados Unidos, Joel R. Poinsett, quien eventualmente obtuvo Patentes de la Gran Logia de Nueva York y el personalmente las dirigió. No pasó mucho tiempo para que se encontraran con oposición de otros Ritos, lo que las provocó a actos de resistencia, y poco después autodefensa, y tomaron una parte activa y práctica en la política del país.

Los miembros del Rito Escocés también tenían una actividad considerable para incrementar su membresía, temerosos de las tendencias liberales del liderazgo del Rito de York. Por lo tanto, apareció una fuerte oposición entre los dos Ritos, y ambos pretendían trabajar para el beneficio y elevación de la humanidad. En la lucha aparece un incidente curioso que nos permite vislumbrar el carácter de los tiempos y el extraño espíritu masónico de aquellos Hermanos. Los miembros del Rito Escocés tenían celebraciones religiosas en honor de la Virgen del Pilar y Santiago de Compostela, mientras que los del Rito de York hacían demostraciones en honor de la Virgen de Guadalupe.

De conformidad con el decreto emitido por el Congreso el 25 de octubre de 1828, la Gran Logia Nacional Mexicana (el Rito de York) emitió una circular pidiendo obediencia a la Ley (prohibiendo las sociedades secretas) y declaró sus Logias en suspenso hasta mejores tiempos. A pesar de esto, varias Logias, de los Ritos tanto de York como Escocés, siguieron trabajando hasta ser cerradas por la policía…

Al llegar al país el emperador Maximiliano I de México en 1864, una comisión del Grado 33°, y miembros del Supremo Consejo del Rito Escocés Antiguo y Aceptado se entrevistaron con él, a fin de ofrecerle el título de Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo y Gran Maestro de la Orden. El monarca acogió benévolamente la comisión pero declinó los cargos, no obstante consintió en que se le proclamara Gran Patrono o Protector de la Orden, títulos que de ninguna manera implicaban pertenencia a la masonería. En cambio, nombró a dos caballeros de su corte, poseedores de toda su confianza, para que le representaran en los Altos Cuerpos. Estos caballeros fueron iniciados y elevados al Grado 33° con extrema rapidez por el Supremo Consejo.

El único momento en que la masonería mexicana estuvo bajo una sola institución, fue entre 1890 y 1901, cuando el presidente de la República, Porfirio Díaz, logra unificar las distintas obediencias, en muchos casos por la fuerza. Así, en 1890, es convocado por primera vez el que será el organismo que administre tanto los grados simbólicos como los superiores o filosóficos de todos los ritos, la Gran Dieta Simbólica, siendo proclamados Gran Maestro y Gran Secretario respectivamente, el mismo Porfirio Díaz y Emilio G. Cantón.

Masonería en Colombia y Venezuela

En el Virreinato de la Nueva Granada, integrado por lo que ahora conocemos por Panamá, Venezuela, Colombia y Ecuador, la participación de la masonería en la independencia es innegable, figuras tales como Simón Bolívar, Antonio Nariño, Francisco de Miranda, Eugenio Espejo, Francisco de Santander, entre otros impulsadores de la independencia, fueron masones o fueron activos participantes de las logias paramasónicas.

Antecedentes coloniales de significación en la formación masónica de criollos, son las referencias al Adelantado Don Pedro de Heredia, quien ostentaba sobre su sayo de guerrero, las Insignias de la Escuadra y el Compás; al médico francés Luis Francisco de Rieux iniciado en la Logia francesa quien llegó a Nueva Granada para realizar estudios sobre Historia Natural que junto a Antonio Nariño y otros criollos neogranadinos, fundaron en Santafé la primera sociedad secreta el «Arcano Sublime de la Filantropía» con el fin de difundir en el Nuevo Reino de Granada las ideas de libertad y justicia social que proclamaba la confraternidad masónica universal. Entre sus grandes logros se encuentra la traducción de la declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, proclamados por la Asamblea Nacional de Francia en agosto de 1789. De igual forma en 1808 se establece en Cartagena de Indias La Logia de Las Tres Virtudes Teologales, la cual contaba con la Carta Patente expedida por la Gran Logia Provincial de Jamaica con sede en Kingston (Jamaica) y además fue el seno de la conspiración revolucionaria de los comerciantes cartageneros para independizarse de la monarquía española y además fue el lugar donde se expusieron las ideas que llevaron al primer grito de independencia de lo que hoy conocemos como Colombia el 11 de noviembre de 1811.

Es de anotar, que durante el proceso de independencia fueron muchos los masones españoles, franceses e ingleses, que llegaron a Nueva Granada con el objeto de coadyuvar en la gesta revolucionaria, enriqueciendo con su pensamiento y sus vivencias el ideario de la revolución. En 1819, posterior a la independencia, se fundó en la ciudad de Santafé de Bogotá el taller denominado «Los Corazones Sensibles», del cual era miembro insigne el General Francisco de Paula Santander. Junto a él un selecto grupo de reconocidos patriotas y humanistas se congregó para participar en los trabajos masónicos de dicha logia, la que con el paso de los meses habría de adoptar como título distintivo el de Logia «Luz de Colombia Nº 1» y posteriormente «Fraternidad Bogotana Nº 1».

Francisco José de Caldas

Durante esa primera mitad del siglo XIX llegaron a funcionar en nuestro país varias logias masónicas regulares y un número indeterminado de logias militares y «de ocasión», auspiciadas unas por la Gran Logia de Inglaterra, y otras por el Gran Oriente Francés, por la Gran Logia de España y las Grandes Logias de los Estados Unidos.
Tras un obligado receso, ocasionado por la expedición en 1828 del Decreto expedido por el Presidente Simón Bolívar a consecuencia del atentado contra su vida, tramado por sus opositores y parece en la logia dirigida por Santander que prohibió el funcionamiento de las sociedades secretas en el territorio de la Gran Colombia y gracias al concurso de algunos masones ingleses y jamaiquinos, se constituyó en Cartagena de Indias el Supremo Consejo Neogranadino, el cual propició el levantamiento de columnas en diferentes rincones de nuestra geografía.
La masonería bogotana tan solo vino habría de reiniciar sus actividades hasta el año de 1849, al fundarse en nuestra capital la Respetable Logia Estrella del Tequendama, a instancias de algunos visionarios masones españoles que habían llegado a nuestro país como miembros de la Compañía de Teatro de Belaval, González y Fournier. Muy pronto esos masones ibéricos despertaron el entusiasmo de muchos de los masones criollos que a pesar de todo pululaban en el medio desde los albores mismos de la independencia. Importante papel habrían de jugar esos obreros del pensamiento durante la segunda mitad del siglo XIX, a quienes correspondió eliminar los reductos del régimen colonial y la esclavitud, crear las bases de nuestro desarrollo económico y librar una muy dura batalla para ampliar el abanico de libertades y garantías ciudadanas.

Hay una serie de documentos que prueban que, las raíces históricas de la masonería venezolana datan de 1793, cuando Simón Rodríguez, José María España, Manuel Gual, Narciso del Valle, Juan Morenos y Juan Manuel del Pino, organizaron una Logia irregular, que se regía por un ritual obtenido de un marino inglés, pero que no estaba bajo la obediencia de ningún Gran Oriente. A esta Logia irregular, que sería llamada después por los historiadores profanos: «Sociedad Secreta», la cuestionan, afirmando que, no podía ser una «Logia Masónica» porque sus miembros jamás fueron iniciados en un Taller masónico propiamente dicho, pero ese criterio es parte de la controversia sobre la condición de las Logias Paramasónicas.

Afirman varios historiadores que la primera logia regular fundada en territorio venezolano, fue la Logia «San Juan de la Margarita», que levantó columnas en 1808, dependía de la Logia «España», de Madrid. Siendo así, queda establecido que esa Logia es la primera fundada en Sur América. Porque antes de esa fecha, no funcionó en América Latina ninguna Logia regular.

El 24 de junio de 1824, aniversario de la Batalla de Carabobo, los representantes de 18 Logias, se reunieron en Caracas para instalar formalmente la «Gran Logia de la Gran Colombia”. Este alto cuerpo masónico venezolano fue constituido por el comisionado especial del Soberano Gran Consistorio de Jefes de la Alta Masonería de los Estados Unidos, José Cerneau, quien trajo poderes para poner en funcionamiento ese organismo central de la masonería Gran Colombiana, con sede en Caracas.

Los trabajos de la «Gran Logia de la Gran Colombia», estuvieron paralizados hasta 1832. Por la agitación política reinante y la guerra de la independencia que libraban fuera de Venezuela los militares venezolanos, en su mayoría altos dirigentes masones, quienes se alejaban cada vez más hacia el sur. Durante el primer gobierno del General José Antonio Páez, se llevó a cabo la reorganización de ese alto cuerpo masónico. Diego Bautista Urbaneja, trabajó incansablemente para rehacer los cuadros masónicos y la reorganización se completó en 1838, durante el gobierno del general Carlos Soublette. Convocada una asamblea de los representantes de todas las Logias del país, fue instalada la nueva Central Masónica Venezolana el 9 de septiembre de 1838, con el nombre de «Gran Logia de Venezuela».

En 1847 se produjo una escisión en la masonería venezolana, al ser creado un Gran Oriente disidente. Puesto que muchos miembros de la élite pertenecían a la masonería, los enfrentamientos políticos repercutían en el seno de esa institución; después de terminada la Guerra Federal se produjo la reunificación de los 2 grandes sectores de la masonería (cuando gobernaba otro presidente perteneciente a ésta, el mariscal Juan Crisóstomo Falcón), el 30 de abril de 1865, adoptando el nombre de Gran Oriente Nacional de Venezuela y bajo la Gran Maestría de Ramón Díaz; este Gran Oriente comprendía una Gran Logia, un Gran Capítulo, un Gran Consistorio y un Supremo Consejo.

Desde 1863, un grupo de masones de la logia Esperanza de Caracas, había constituido la Sociedad del Templo Masónico y empezaron a recabar dinero y a adquirir lotes de terreno, a fin de edificarlo, entre las esquinas de Jesuitas y Maturín; la primera piedra fue colocada en septiembre de 1864, con discursos de Fernando Arvelo (Ocupó el cargo de Gran Maestro para el período 1869 1873) y de Isaac J. Pardo quien ocupó el cargo de Venerable Maestro.

Durante el régimen de Antonio Guzmán Blanco (1870- 1878), la masonería se fortaleció y se extendió en Venezuela; con el apoyo decisivo de ese presidente fue concluida la construcción del templo masónico de Caracas.

Masonería en Perú, Bolivia

Las primeras noticias sobre la masonería en el Perú tienen una connotación con la actitud de Juan Santos Atahualpa, mestizo cusqueño Juan Santos Atahualpa, políglota muy instruido, cercano a los jesuitas, fue enviado a Europa donde recibió la influencia de la francmasonería inglesa. De regreso a Chachapoyas, en 1742, encabezó una rebelión por la propiedad de las tierras y la igualdad. José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II, fue otro masón, que se sublevó contra la encomienda y el abuso. A su muerte, le sucedieron en su obra masónica y revolucionaria; en el altiplano el levantamiento de Oruro en el año 1781, sus cabecillas Tomás Catari y Túpac Catari. Fueron masones también el seminarista jesuita Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, quien apoyado por la masonería italiana recorrió Europa solicitando ayuda para la América sojuzgada. Célebre es una Carta a los españoles americanos y el Plan para la Independencia del Perú, documento último que asumió la masonería inglesa y lo hizo conocer a través de sus logias a criollos como San Martín, Bolívar, O’Higgins y a otros hermanos masones que más tarde lucharían por la independencia continental.

También se destaca la semilla masónica que había tomado importancia en Europa en el año de 1773, y en los documentos de la inquisición, aparece un informe sobre Diego La Granja –Lagrange-, cirujano de profesión, ciudadano francés que fue acusado de prácticas masónicas por doña Teresa de Medina. Una primera parte de esta sumaria fue enviada por la Inquisición de los reyes, el 25 de febrero de 1774. Sin olvidar al teólogo Pablo de Olavide, desterrado y fundador en España de la Junta de los Diputados de los Pueblos y Provincias de la América Meridional, que funcionaba como logia francmasónica y que contó entre sus alumnos a los hermanos Lafayette y a Francisco de Miranda.

También integraron la masonería los patriotas tacneños Francisco de Zela y Enrique Pallardelli; el poeta y mártir Mariano Melgar; Manuel Pérez de Tudela, redactor del Acta de la Independencia; el ideólogo de la libertad americana Manuel Lorenzo de Vidaurre; el mártir cusqueño José Joaquín Ladrón; José Toribio de Luzuriaga y José de Rivadeneira, gestores de la independencia de Argentina, Chile y el Perú; José Vásquez de Acuña, primer abanderado de la naciente República peruana; y José Baquíjano y Carrillo; finalmente se menciona que principalmente por intermedio de los miembros del ejército español, tuvo actividades específicas y así vemos que cuando llega a Lima el general La Serna, formaliza una logia compuesta por oficiales que durante la travesía se habían constituido. La caída del Virrey Pezuela y la acción emancipadora procedente de Nueva Granada propiciada por el General Simón Bolívar consolidando la acción del General don José de San Martín propició la conformación del «Club Patriótico», Casa Montjoy» o «Casa de los Masones».

Las primeras Logias “regulares” en el Perú trabajaron bajo la jurisdicción del Gran Oriente Nacional de Colombia. Ocurrida la disolución de la Gran Colombia como consecuencia de la crisis política de 1828, hizo que la Logias del Perú creyeran que también el Gran Oriente corrió con igual determinación, por lo que consideraron necesario formar un gobierno del Rito Escocés, propio e independiente para la República del Perú.

Fue así cómo, 9 Ilustres hermanos del Grº 33, se reunieron en Lima bajo la presidencia accidental del más antiguo de ellos, el Presbítero José María Monzón, Ex Capellán del Ejército Libertador, y el 02 de noviembre de 1830 fundaron el Supremo Consejo del Perú, recayendo en el Hermano, General Domingo Tristán el cargo de Soberano Gran Comendador, y el 23 de junio de 1831 se fundó la primera Gran Logia del Perú, teniendo en el cargo de Gran Maestro a Tomás Ripley Elderge.
El 11 de agosto del mismo año 1831 cambiaron el nombre de Gran Logia del Perú al de Gran Oriente Peruano, trabajando, al igual que el Supremo Consejo, en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

El caos político que imperó en el Perú el año de 1833 obligó al cierre del de las dos organizaciones masónicas del Perú, así como al abatimiento de columnas por 12 largos años, de las 7 Logias existentes. El 06 de noviembre de 1844 se reinstala la Logia Orden y Libertad Nº 2; el 11 de noviembre de 1848 se restablece el Gran Oriente Peruano y el Supremo Consejo del Perú lo hace el 20 de enero de 1849. El Gran Oriente Peruano se reorganizó el 13 de julio de 1852 con el nombre de Gran Oriente Nacional del Perú. En 1852 vemos la aparición en el Perú del Rito de York, con el Cuerpo Masónico denominado Capítulo Real Arco Estrella Boreal en el Valle del Callao, con Carta Constitutiva expedida por el Soberano Capítulo del Real Arco de Escocia, pero las huellas de este Cuerpo se perdieron hasta el 19 de diciembre de 1875, en que apareció trabajando con el nombre de Alianza y Firmeza Nº 161. En 1857 algunas logias se van al Callao a formar la Gran Logia Nacional del Perú, para trabajar únicamente en los 3 Grados Simbólicos, de Aprendiz, Compañero y Maestro Masón, instalándose el 9 de agosto de 1857. Para el año 1857 tenían presencia en el Oriente del Perú 4 Potencias Masónicas: Supremo Consejo para la República del Perú (Escocés); Gran Oriente Nacional del Perú (Escocés; Gran Logia Nacional del Perú (Escocés).

En Bolivia como en toda América y tal vez el mundo, no existe una amplia y explícita documentación sobre el origen de la masonería y lo que interesa en este capítulo, la vinculación con el proceso independista, sin embargo, como se aprecia en las fuentes debidamente citada, es innegable la estrecha relación que guardan los próceres independistas con las organizaciones paramasónicas, en los términos establecidos en páginas anteriores y directamente con las logias.

Las logias no escapan al momento de inflexión del país (proceso de cambio, renovación y verdadera inserción a una nueva estructura social y política del país). Por el año de 1806, en Chuquisaca se funda la «Sociedad de independientes» aparentemente con fines culturales, empero fue una logia masónica cuyo Venerable Maestro fue don Jaime Zudañez, prócer chuquisaqueño, quien más tarde sería protagonista del grito libertario del 25 de mayo; en dicha logia se encontraban patricios bolivianos como Pedro Domingo Murillo que perteneció a la cofradía y heredó un mandil masónico a su familia en el momento de su deceso en 1810. En este entorno el «principio de regularidad», ocupa un sitial preferencial. Una logia masónica para ser «regular» (reconocida o autorizada), no puede operar sin la «carta patente masónica». Es así que para su funcionamiento, muchas logias masónicas bolivianas (en sus inicios), comenzaron a operar con patentes peruanas e inclusive chilenas; no obstante la invasión a los puertos bolivianos del Pacífico y posteriormente ocupados por el invasor trasandino lo que se deduce que militares de esa época tenían el rango de masón, conociendo su filosofía, simbología, rituales e historia de ordenamiento masónico.
En el proceso de la República varios fueron los exponentes masónicos que jugaron un rol preponderante en la administración y gobierno, importante en la administración y gobierno de la nueva República de Bolívar, llamada más tarde República de Bolivia; notables las personalidades de Antonio José de Sucre, de José Miguel de Velasco, de José de Ballivian y la sobresaliente figura de Andrés de Santa Cruz, que alcanzaron el mérito de poner en el libro de la historia el notable surgimiento de esta República, como uno de los países más fuertes e importantes de los primeros años de nuestra vida independiente, bajo la docta dirección de Bolívar. Creado como fue el nuevo Estado Boliviano, la masonería continuó su labor por intermedio de insignes masones, como el Mariscal Andrés de Santa Cruz, quien asume el mando de la Presidencia de la República en mayo de 1829. La obra masónica continuó. En 1841, el Gral. José Ballivián subsiguiente sucesor de Santa Cruz se hace cargo de la Presidencia. En 1820 fundó en La Paz una Logia «patriótica».

Masonería en Argentina y Chile

La Masonería llegó al Rio de la Plata a fines del S. XVIII, influida por la masonería española, no por la inglesa, como generalmente se sostiene; y al igual que en el resto de América, viajeros, comerciantes, militares, intelectuales procedentes de Inglaterra, España, Francia y Portugal, difundieron las logias. De la controvertida primera logia en territorio argentino se expresa que fue la «Logia Independencia», con protocolos de autorización otorgados por la Gran Logia General Escocesa de Francia. Dicha autorización data aproximadamente de 1795 y su sola denominación acusaba en sus integrantes una concepción autonomista para las tierras americanas. Con ese nombre apareció otra logia, presidida por Julián B. Álvarez, en 1810, y es probable que no haya tenido continuidad con la homónima anterior. Esta logia dirigida por Álvarez es la que suministró los elementos básicos para la constitución de la Logia Lautaro, con la cual se inició el historial más importante de la masonería en la Emancipación. El historiador Juan Canter negó la existencia de la «Logia Independencia», pero el coronel inglés Santiago Florencio Burke masón confesó, conto que cuando se fue de Buenos Aires, en 1809, fueron a despedirlo «un número de las principales personas del lugar, mis viejos amigos de Independencia», refiriéndose indudablemente a la logia; se conoce que trabajó bajo autorización de la Gran Logia Escocesa de Francia, por lo que es de suponer que utilizaban el Rito Escocés, o alguna variación del llamado Rito Francés Moderno.

A fines también del siglo XVIII, el portugués Juan de Silva Cordero, funda la Logia San Juan de Jerusalén de la Felicidad de esta parte de América, con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Maryland. Los títulos distintivos de ambas Logias indican bien a las claras cuáles eran las fina1idades perseguidas por sus organizadores: la independencia y la fe1icidad de esta parte de América.

Durante las Invasiones Inglesas, en el seno de los regimientos que llegaron a Buenos Aires había Logias que funcionaban con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Irlanda. Los miembros de esas Logias constituyeron en Buenos Aires las Logias Hijos de Hiram y Estrella del Sur, ambas también con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Irlanda, y en cuyo seno fueron iniciados muchos criollos.

Cuando en 1812 llegó San Martín a Buenos Aires, con varios patriotas ingresados en la masonería en Londres con Tomás Guido, Andrés Bello, Zapiola, en la logia que había levantado el venezolano Francisco de Miranda, ya encontraron implantada la Orden; levantaron columnas de la logia Lautaro, que jugó un papel señero en la liberación de América hispana. San Martín, Alvear, Gervasio Antonio Posadas, Juan Martín de Pueyrredón,…ceñirán sus mandiles y tundirán sus mazos, bajo el tul celeste de la Logia Lautaro fundada en 1812 y sus integrantes formaron posteriormente las lautarinas o lautarinas de las ciudades de San Fe, Córdoba y Mendoza en la Argentina y la de Santiago de Chile.

Además de las Logias lautarinas, durante las guerras de la independencia hubo sendas Logias en el Ejercito de los Andes y en el Ejercito del Norte, la primera presidida por el Libertador y la segunda por Belgrano.

Acerca de esas Logias se ha entablado una polémica, más de una vez apasionada, sobre si eran o no masónicas. Los que les negaron tal carácter sostienen que «aparte del formulismo masónico esas agrupaciones tenían fines patrióticos y que sus componentes eran profundamente católicos». Al argumento de que siendo los patriotas de 1810 y de la independencia argentina profundamente cató1icos no podrían ser masones, ya que la Iglesia había «condenado la secta», se puede contestar que con ese criterio esos mismos hombres, ante la aparición de las bulas de Pío VII, del 30 de enero de 1816, y las de León XII, del 24 de septiembre de 1824 y del 10 de febrero de 1825, en que se condenaba a los movimientos libertadores de América, debían abandonar las armas y volver a someterse a Fernando VII y sus sucesores.

José de San Martín

El general Belgrano funda además la Logia Argentina de la ciudad de Tucumán, denominada posteriormente Unidad Argentina y que trabajo con Carta Constitutiva otorgada par la Masonería de Nueva Granada. Véase respecto de las actividades masónicas del general Belgrano el estudio realizado por Arturo Gambolini, organizador del Archivo Histórico de la provincia de Salta.

Miguel Valencia, un abogado iniciado en la segunda logia Independencia, iba a fundar a principios de 1857 la primera Obediencia masónica del territorio, llamada Gran Oriente de la Confederación Argentina. Valencia era un político que adhería al Partido Unitario, y por ello no logró gran apoyo de la Masonería local, que en su mayoría apoyaba a Juan Manuel de Rosas; en diciembre del mismo año en que se creara el Gran Oriente, el abogado cordobés José Roque Pérez logra que las tres logias de Valencia se le unan y firmen un pacto de unión para crear la Gran Logia Argentina.

Esta primera Gran Logia de Argentina, con los años iba a devenir en otras Grandes Logias, algunas que desaparecieron, otras que se fusionaron y otras persisten hasta la actualidad. En sus primeras décadas tuvo gran actividad política en sus filas, y unos catorce Presidentes de la República, salieron de ella. Se citan algunos nombres como Justo José de Urquiza, Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Leandro N. Alem, Roque Sáenz Peña y Carlos Pellegrini.

Paralelamente, en 1821 un grupo de constitucionalistas españoles llegan a Buenos Aires, fundando la Logia Aurora, bajo los auspicios de la Masonería española. Con la muerte del general Rafael del Riego y Núñez, varios de sus partidarios llegaron a Buenos Aires, formando otra logia con el título distintivo de Libertad, bajo los auspicios del Gran Oriente Español. En 1825 un grupo de súbditos estadounidenses organizan Estrella Sureña (Southern Star) con Carta Constitutiva de la Gran Logia de Pensilvania. En esa Logia incorporase don Bernardino Rivadavia. La Logia siguió trabajando hasta que en el año 1829, bajo la influencia rosista, fueron perseguidos, viéndose obligados muchos de ellas a emigrar a Montevideo, donde formaron la Logia Asilo de la Virtud, con Carta Constitutiva también de la Gran Logia de Pensilvania. En 1859 nació la District Grand Lodge of South America (Southern Division), que trabajaba en inglés y exclusivamente con miembros ingleses. Originalmente se llamó «The Provincial Grand Lodge for the Argentine Republic».
Entre las Logias extranjeras recordamos la Logia Amie des Naufrages, integrada por franceses y que trabajaba baja los auspicios de la Masonería francesa; y la Logia Excelsior, fundada en 1853 por un grupo de residentes ingleses, bajo los auspicios de la Gran Logia Unida de Inglaterra. Por su parte, Garibaldi, durante su estada en Entre Ríos, en 1837, funda una Logia en Gualeguaychú.

Durante la tiranía surgieron numerosas Logias conocidas con la denominación genérica de Unitarias, por cuanto la mayoría, si no todos sus componentes, se oponían al régimen sanguinario de Rosas. En esas Logias militaron muchos de los más allegados, e incluso cercanos parientes de Rosas. Algunas de esas Logias llegaron hasta nuestros días: v.g., la de San Juan de la Frontera, de la ciudad de San Juan; la Constante Unión, de la ciudad de Corrientes; y la Jorge Washington, de la ciudad de Concepción del Uruguay.

Los orígenes de la masonería en Chile se remontan a la época de la independencia, cuando la mayoría de los líderes patriotas sudamericanos en Europa, liderados por el venezolano Francisco de Miranda organizaron un sistema de sociedades secretas con características masónicas, llamadas Logias Lautarinas, con el fin de independizar a América de la Corona Española.

A mediados de 1817 se instaló en Santiago la Logia Lautaro, ligada a la similar de Buenos Aires. Por desgracia, la precariedad de su funcionamiento debido a las persecuciones contra la Orden y el sigilo en que debían mantenerse los independentistas hizo que esta logia se disuelve en 1822.

Sin embargo, el impulso masónico continúa con Manuel Blanco Encalada, este insigne masón, primer Presidente de la República aun cuando por un breve período, visita en 1825, durante el sitio de El Callao, las logias de Lima, trabando amistad con el general Manuel Antonio Valero quien, en su calidad de SobGInsGral del Grado 33º, acuerda con Blanco la instalación de un taller, lo que se logra el 15 de marzo de 1827, al fundarse la L Filantropía Chilena, bajo los auspicios de GO Colombiano y por encargo del Capítulo Regeneración de Lima.

En 1827 se fundó en Santiago la Logia Filantrópica Chilena, la cual habría tenido cierta influencia en el desarrollo del pensamiento liberal, pero, tras el triunfo conservador en la batalla de Lircay, esta iniciativa se disolvió. El interés renacería con la fundación de la Logia Francesa L’ Etoile du Pacifíque y la Logia Bethesda por un grupo de ingleses y norteamericanos, mediante carta constitutiva de la GL de Massachusetts de 14 de diciembre de 1854, con lo cual quedan instalados los primeros talleres que funcionan de manera regular en la República de los cuales se tiene mención.

Sin embargo, el gran impedimento para el florecimiento de la Orden en la naciente República, era que estas Logias trabajaban en francés y en inglés, respectivamente. Con todo, los chilenos no escatimaron esfuerzos y, bajo la dirección del H Manuel de Lima —natural de Curaçao e iniciado en Caracas— se incorporaron en la Logia francesa hasta el momento de su exaltación, se abocaron a su más caro anhelo: la fundación de una Logia chilena. De allí nace Unión Fraternal, el 27 de julio de 1853, bajo la dependencia del Gran Oriente de Francia; así, hacia 1862 se tenía tres talleres más: Fraternidad (Concepción), Hiram y Orden y Libertad (Copiapó).

En 1862 las logias masónicas chilenas decidieron dejar de estar adscritas a grandes logias europeas y organizaron para este efecto la Gran Logia de Chile, como un ente superior y centralizador. Con sede en Valparaíso, su primer Serenísimo Gran Maestro fue el radical y superintendente de bomberos Juan de Dios Arlegui. En un comienzo fue difícil para las logias extranjeras del puerto aceptar la nueva institución masónica chilena, sin embargo, la redacción ese mismo año de una Constitución de la Orden Masónica Chilena, consolidó su existencia.

Tras su nacimiento en el puerto, la masonería comenzó a crecer, al aparecer nuevas logias masónicas en Santiago y ciudades de provincia. En la capital surgió en 1864 la Logia Justicia y Libertad, en 1870 la Logia Deber y Constancia, en 1872 la logia Verdad y en 1876 la logia Tolerancia. En provincias surgió en Valparaíso la logia Aurora, en 1869 y en La Serena la logia Luz y Esperanza en 1874. De esta manera, a fines del siglo XIX, la masonería había logrado constituirse a nivel nacional al existir más de 30 logias masónicas repartidas a lo largo y ancho del país, dependientes de la Gran Logia de Chile.

Constituidas según las normas de sociabilidad de la masonería europea – juramento de iniciación, normas simbólicas, reglamentos de funcionamiento y declaraciones de principios- los masones correspondieron a miembros de las emergentes clases medias altas, de espíritu laico y emprendedor, que adscribían a los ideales políticos del liberalismo radical y el socialismo, encontrándose entre ellos ingenieros, médicos, abogados, profesores, medianos empresarios, comerciantes, altos funcionarios públicos, políticos y miembros de las Fuerzas Armadas.
Por reuniones previas de las logias nacionales acuerdan el 29 de abril de 1862, desconocer la autoridad del nuevo Gran Maestro del Oriente de Francia y declarar la formación de La Gran Logia de Chile, la cual es instalada el 24 de mayo de 1862, en Valparaíso, siendo su primer Serenísimo Gran Maestro don Juan de Dios Arlegui.

2.3. Masonería e instancia independista

Esta sinóptica relación de las anteriores páginas, entre la Masonería y el origen y desarrollo de las luchas independistas de América, hasta la consolidación de las primeras Repúblicas, define su inexorable coincidencia conceptual y operativa; coincidencia no en el sentido de mera casualidad, sino como la razonada aproximación ideológica que robustece y caracteriza a las instituciones y personas participantes.

Para finalizar este capítulo, es bueno reflexionar sobre el proceso dado en América, en la conformación de las entidades paramasónicas y de las Logias Masónicas. Si bien su origen es Europa, se dieron dos vertientes, entre los funcionarios, científicos, militares, principalmente españoles, pero también franceses, alemanes, etc. quienes vinieron a América para estudios o misiones de trabajo, se encontraban masones, militantes en las nuevas teorías de la ciencia, el arte, la política, la religión; por otra parte, numerosos jóvenes, cuyos nombres se citan en anteriores páginas, idealistas y esperanzados en lograr mejores días para sus lares, fueron a Europa, accedieron a los círculos intelectuales y políticos, por medio de ellos, a las organizaciones ligadas a la masonería. Los unos, y los otros, invitando a los residentes nacionales, constituyeron Logias o Sociedades Paramasónicas, para luchar contra el colonialismo, el absolutismo, el dogmatismo, por la independencia, la libertad y la democracia en todos las naciones americanas, a nombre de los principios de la Libertad, Igualdad y Fraternidad.